
sábado, 19 de noviembre de 2011
Del barrio me fui...

Un ejemplo claro puede ser un barrio. Todos tenemos fotos en
la cabeza de ese escenario de estructuras, calles y colores, pero cuando nos
hemos ido y el tiempo fue pasando, ese escenario se modifica porque la vida
misma se modifica y lo que ayer nos pudo parecer fascinante, hoy nos puede
parecer un chantaje a la memoria fotográfica. Por eso no hay que volver, para
no caer en esa idea de que el tiempo pasó (o nos pasó).
Puede ser un barrio, pero puede también que sea una persona
envuelta en ese escenario al que llamamos barrio, porque justamente fue en ese
lugar en donde yo sentí que fui feliz y tuve que dejarlo cuando decidí terminar
mi historia con esa persona.
Por supuesto que seguí al pie de la letra esa frase, porque
siento que es una verdad, la siento como propia, como una gran enseñanza. Pero
lamentablemente tuve que volver.
No pasaron años, pero yo sentí que habían pasado siglos
desde la última vez que transité esas calles y todo me pareció tan igual, tan
inalterable, tan especial.
Tuve que volver por cuestiones ajenas a esa persona, pero no
a mí. Yo sabía que estaba de vuelta en un lugar donde no hace mucho tiempo fui
muy feliz y ahora era todo tan diferente dentro de mí.
Era tener los ojos pegados contra el vidrio del colectivo
tratando de registrar todo lo que pudiera, cada persona, cada movimiento, cada
circunstancia para ver si todavía estaba allí, si realmente seguía estando esa
persona a la cual no quería volver a ver y que ahora me moría de ganas por
encontrármela.
Y todo fue tan frágil que hasta la percepción me falló y
creí verla en todos lados, en todos los movimientos y en todas las
circunstancias. Definitivamente fue el momento de mayor vértigo y locura pero fue
lo justo y necesario para reafirmar mi compromiso y fidelidad hacia esa teoría.
Esto sucedió el primer día. Ya los siguientes días que tuve
que volver lo fui tomando de otra forma menos poética y sobre todo menos
dramática, pero aun así todos los días que cruzo con el 65 esas calles y bajo
para ir al trabajo pienso. ¿Y si me la encuentro... Qué le digo? Le
diría muchas cosas, pero todas afirmaciones, todas afirmaciones que traen una
carga super emotiva. Le diría que la extraño, fundamentalmente. Le diría que
sueño con ella, que pienso mucho en ella, pero sobre todo que la extraño. Y esa
es una afirmación que no necesita respuesta. Es el mejor de los consuelos
porque no estoy esperando que me putee con la última vez o que me diga
despectivamente que se olvidó de mi o en el mejor, y más improbable de los
casos, que ella también me extraña.
Sería darle identidad a esa frase de cabecera, sobre todo en
la parte que dice: “donde uno fue feliz”.
“Del barrio me voy, del barrio me fui, triste melodía que
oigo al partir. Voy dejando atrás todo el arrabal, en mi recuerdo…”
(Ayer de Daniel Melingo)
Juan.-
Noviembre 2011
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Qué loco, me pasó algo similar hace poquito.
ResponderEliminarMejor dejarlos bien guardados a los recuerdos.
a mi me pasa exactamente eso... pero en muchísimas esquinas. Y paso con el colectivo y me quedo mirando como una tarada, en una especie de bache temporal donde no importa el destino que tenía inicialmente, son unos segundos (que en mi cerebro son horas) en las que me acuerdo de todo. Me pasa MUCHO eso con las esquinas.
ResponderEliminarlindo texto juan
beso
marga