Tangente
Desde el aeropuerto internacional Washington – Dulles.
(Washington D.C, Estados Unidos)
Febrero 2011
Si el equilibrio el mundo dependiera de las ganas, el entusiasmo, el afecto. De sentirse diferente, de ganar una batalla jamás librada. De escuchar los ruidos del alma en la noche más oscura y pensar con cierta frialdad y desesperanza que el sol sale para todos aunque a todos nos cueste reconocerlo.
Si te sentís que estas a una pulgada de caer, si se siente que lo inevitable es cosa de todos los días, el esfuerzo, la lluvia que se convierte en tormenta, el placer que se volvió exceso. El barco a la deriva. Cerrá tus ojos y averiguá cuando es el momento en el que tenes que actuar.
Si pudiéramos dar marcha atrás y ver en que momento la delgada línea, o recta tangente, tocó el único punto en común con la curva, la que creó un universo paralelo en donde los dos somos más que dos extraños. Si pudiéramos aunque sea imaginarlo, aunque sea echarle la culpa a ese momento exacto, en aquel lugar determinado en donde las cosas no empezaron a funcionar y que a partir de allí todo fue cayendo, lento y dolorosamente, muy lento y dolorosamente.
Si te sentís en el funeral de los recuerdos, si realmente nos sentimos tan cansados el uno al otro no hay que mortificarnos, no hay que culparnos. Quizás las cosas pudieron haber ido peor, quizás nunca nos hubiéramos conocido y no dolería tanto este presente, absurdo, abstracto, surrealista. Quizás pasaríamos sin pena ni gloria, quizás a partir de ahora sea solo un punto más en la recta donde la tangente de tu alma no pueda cruzarse con la mía.
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