Desde el inicio del tiempo existió la buena y la mala gestión.

En el principio fue el reinado de las grandes gestiones, cuyas hazañas quedaron para siempre en la memoria colectiva defendiendo a los indefensos, a los sin voz, a los necesitados de siempre combatiendo todo tipo de injusticia.

Pero con el paso del tiempo un extraño cambio dio vuelta la historia.

Algunas grandes gestiones fueron mutando, vendiendo sus lealtades, engañando a quienes los habían elegido para defenderlos, traicionando a sus propias palabras, pensando en su beneficio propio, olvidándose de todo y de todos.

Ya nadie sabía a quien creerle, cual era la mala y cual era la buena gestión.

Y fue así que surgió la otra gestión…la gestión que se pregunta, la que se cuestiona, la que está en contra de nadie y a favor de todos.

ESA GESTIÓN ESTÁ CRECIENDO EN ESTE INSTANTE...

lunes, 6 de junio de 2011

Una mala idea (Preludio de un naufragio)




Yo sabía que era una mala idea. No solamente sabía que era una mala idea, también era algo estúpido, sin el menor sentido, un claro error, una perdida absoluta de tiempo. Sin embargo lo hice.
No solamente lo hice si no que además no me importó en lo absoluto pensar en sus consecuencias. No fue una prueba, no fue traspasar un límite, no fue querer jugar a ser alguien que no soy. Fue simplemente eso: Una mala idea.
En realidad quería saber hasta donde podía llegar, hasta donde era capaz de darme cuenta. Entonces me di cuenta que, el hasta donde, es querer descubrir un límite.
Y ese límite llegó cuando la vi. Aquel instante de esa mañana donde el viento parecía detenerme por cada paso en falso que daba, por cada palabra que no decía nada, por cada pensamiento y por cada sensación extraña, noté en sus ojos de mar profundo que las cosas jamás volverían a ser igual. Que por extraño que parezca la lluvia puede convertirse en tormenta y uno puede naufragar meses enteros para luego terminar hundiéndose para nunca volver a salir a flote.
Ahí me vi: En esos ojos, me vi hundido, sin palabras, ni fe ni esperanza. Me vi tan pobre y tan rico de sensaciones encontradas que no supe para donde salir nadando.
No era una mala idea intentarlo, fue una mala idea creer que intentándolo podría cambiar las cosas, poder salir a flote, querer gritar tierra. Poder cambiar una historia que ya estaba escrita desde hace tiempo y que solo podía leerla, justamente, en sus ojos de mar profundo.
Lo que realmente era importante no me importo y eso fue una gran imprudencia. No ver venir la ola que rompió mi barco de papel construido y escrito con tanto esfuerzo fue un claro síntoma de no quererme. Renunciar al amor propio es peor que tener una mala idea y hasta el día de hoy nada puede justificar ese error.
Sin embargo hubiera regalado mis mejores palabras con tal de seguir atravesando ese mar. Hubiera empeñado lo mejor de mí con tal de seguir allí, frente al timón viajando sin dirección sintiendo el viento en las velas y los rayos del sol en mi alma.
Pero me quedó la más cobarde de las verdades, la más siniestra realidad y por poco casi muero ahogado y ahí me di cuenta, cuando por fin la vi, que si antes no sabía que pasaba, ahora sabía que estaba a 70 mil leguas de saber lo que pasaba.
Ella no aceptó mi mejor despedida, y si me quedaba sabría que volvería a morir ahogado en sus ojos de mar profundo transformados en tsunami, entonces le toqué el corazón en señal de redención y me fui jurándome no volver atrás. Y seguí caminando todo ese tiempo sin volver la vista atrás.
Llegué a casa, guardé la despedida, agarré un papel y empecé a construir un nuevo barco de papel para jurarme a mi mismo volver a zarpar cuando este listo.
Quizás una mala idea sea el comienzo de una buena idea…

Juan.-
Junio 2011

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