Desde el inicio del tiempo existió la buena y la mala gestión.

En el principio fue el reinado de las grandes gestiones, cuyas hazañas quedaron para siempre en la memoria colectiva defendiendo a los indefensos, a los sin voz, a los necesitados de siempre combatiendo todo tipo de injusticia.

Pero con el paso del tiempo un extraño cambio dio vuelta la historia.

Algunas grandes gestiones fueron mutando, vendiendo sus lealtades, engañando a quienes los habían elegido para defenderlos, traicionando a sus propias palabras, pensando en su beneficio propio, olvidándose de todo y de todos.

Ya nadie sabía a quien creerle, cual era la mala y cual era la buena gestión.

Y fue así que surgió la otra gestión…la gestión que se pregunta, la que se cuestiona, la que está en contra de nadie y a favor de todos.

ESA GESTIÓN ESTÁ CRECIENDO EN ESTE INSTANTE...

martes, 15 de mayo de 2012

La mala memoria




Un buen día me levanté con una extraña sensación. No fue algo perturbador, era simplemente extraño. Recordé que había olvidado algo.
Ese día me levante con la extraña sensación de que me había olvidado de sus ojos.
Sus ojos eran muy difíciles de olvidar y más de la noche a la mañana porque iluminaban, porque eran inolvidables, pero por más raro que me haya parecido, así fue.
Estuve todo el día tratando de acordármelos, mirando en los ojos de otras personas pero aun si por más que lo intentaba más en vano era mi esfuerzo.
No le di demasiada importancia y esa noche al volver a casa me dormí creyendo que los volvería a recordar.
Al día siguiente la misma extraña sensación. Pero no solo me di cuenta en aquel instante que efectivamente me había olvidado por completo de sus ojos, si no que también me había olvidado de su boca. Por consecuencia tampoco recordaba su voz ¡Me olvidé de su voz! Exclamé aquella mañana en mi habitación.
Todo era confusión. Lo que ayer creí un simple olvido, ahora me hacía asustar bastante.
Al otro día lo mismo: Me olvidé de su cara por completo. Recién en ese momento me angustié mucho, mis manos temblaban, me agarraba la cabeza, traspiraba, me sentía sumamente perturbado, buscaba una respuesta urgente, una explicación ante tanto desconcierto.
A partir de allí fui a ver a médicos, psicólogos, psiquiatras, videntes, mentalistas, pero nadie me supo explicar lo que pasaba. Llegué a pensar que no existía nadie en este mundo que me pudiera decir lo que ocurría.  
Por supuesto las noches siguientes no quería dormir, no quería seguir olvidando, me aferraba al recuerdo más inútil y absurdo pero siempre terminaba rindiéndome ante el sueño y a la mañana siguiente era lo mismo. Corría hacia el baño, me mirarme al espejo y me daba cuenta que había olvidado algo más. Ni su nombre recordaba.
El dolor ya era insoportable.
Y así pasaron los días, semanas y meses. Cada amanecer era un recuerdo menos desde los más importantes hasta los menos urgentes, desde un primer beso hasta la uña de un pie y así la lista olvidos continuaba.
Resignado de tanta angustia y confusión un día dejé de sentirme mal al punto de no importarme y aun así todos los días era algo menos que recordar.
Hasta que un buen día me levanté sin esa extraña sensación. Me sentía nuevo, me sentía inexplicablemente bien. Lo que tanto deseaba recordar ya ni sabía lo que era.
Esa mañana fui al baño, me cambié, desayuné, agarré las llaves y salí de casa como todos los días. Prendí un cigarrillo y caminé unas cuentas cuadras pensando en nada, simplemente caminando y mirando todos ojos, todas las sonrisas, todo aquello que valga la pena guardar y recordar.   
Ese buen día había aprendido a olvidar.

Fin

Juan.-
Mayo de 2012  
   


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