Desde el inicio del tiempo existió la buena y la mala gestión.

En el principio fue el reinado de las grandes gestiones, cuyas hazañas quedaron para siempre en la memoria colectiva defendiendo a los indefensos, a los sin voz, a los necesitados de siempre combatiendo todo tipo de injusticia.

Pero con el paso del tiempo un extraño cambio dio vuelta la historia.

Algunas grandes gestiones fueron mutando, vendiendo sus lealtades, engañando a quienes los habían elegido para defenderlos, traicionando a sus propias palabras, pensando en su beneficio propio, olvidándose de todo y de todos.

Ya nadie sabía a quien creerle, cual era la mala y cual era la buena gestión.

Y fue así que surgió la otra gestión…la gestión que se pregunta, la que se cuestiona, la que está en contra de nadie y a favor de todos.

ESA GESTIÓN ESTÁ CRECIENDO EN ESTE INSTANTE...

jueves, 24 de mayo de 2012

Palabras para un indeciso





Fue un sábado a la noche o mejor dicho un domingo a la madrugada cuando me decidí a escribirle. Realmente no sabía que decirle ni como, ni que palabras usar. Solamente me impulsó el deseo o quizás la necesidad de hacerlo.
Me quedé mirando el teclado un largo rato a ver si salía algo. Miraba la hoja en blanco y el cursor titilando como esperando que haga algo, por lo menos que reaccione.
No me salía nada.                       
Tome mi cabeza entre mis manos y mire al techo, también blanco, esperando que venga mágicamente alguna idea hacia mí que valiera la pena ser escrita. Pero tampoco sucedió.
Los minutos pasabas y ya no sabía que hacer. Me frotaba la barba, me cepillaba el pelo con las manos y volvía a ver la hoja en blanco, el teclado y el techo pero no pasaba nada. Era evidente que en ese momento no había nada que decir.

“¿Por qué?” 

Sin darme cuenta había escrito eso. Fue un instante, sin pensarlo. No fue una boludez de momento ni una asociación, fue un impulso, una reacción. Un gran primer paso.
Me sentía más relajado porque había superado el terror de la hoja en blanco aunque ese ¿Por qué? estaba muy vacío. Era algo extraño, mezclado con minimalismo. Era absurdo porque no sabía, justamente, porque carajo lo había escrito.
En ese momento me levanté para estirar las piernas, fui a la cocina, prendí un cigarrillo y me quedé mirando por la ventana. Al rato volví y esa pregunta seguía estando allí, inerte en la hoja ahora casi en blanco junto al cursor titilando esperando que me siente y le de algún motivo de cómo seguir esta historia.
Pasando los minutos y todo seguía igual. Ya no sabía que más le podía escribir ¿Y si justamente eso era lo único que le tenía para decir? No parecía justo después de tantos años caerle con este muerto en forma de pregunta. Pero aunque pareciera extraño, a medida que fue pasando el tiempo no me disgustaba la idea de hacerlo, porque en definitiva no tenía más nada que eso. Lo que pudiera llegar a escribir después de ese porque sería relleno, papel picado, estupideces para justificar esa enorme pregunta.
Entonces me di cuenta que ya tenia el problema resuelto porque había encontrado las ganas y las palabras para hacerlo aunque fueran dos de tres letras cada una metidas entre dos signos de pregunta y un acento. Era ideal y a la vez absurdo, pero tranquilizador.
Me quedé otro buen rato contemplando la genialidad que había escrito. Me sentía grande, me sentía muy feliz y todo por muy poco. Me sentí grande porque no tuve la necesidad de justificarme ni hacerme el intelectual barato escribiendo hojas y hojas con palabras difíciles que no van a ningún lado.
Me sentí feliz porque no tuve que justificarme. Porque hasta el día de hoy sigo pensando igual que aquella vez y si lo tuviera que volver hacer lo haría sin dudarlo, aunque esa decisión me llevara, como aquella vez, a estar días y noches enteras haciéndome la misma pregunta: ¿Por qué?

Fin

Juan.-
Mayo 2012.

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