Desde el inicio del tiempo existió la buena y la mala gestión.

En el principio fue el reinado de las grandes gestiones, cuyas hazañas quedaron para siempre en la memoria colectiva defendiendo a los indefensos, a los sin voz, a los necesitados de siempre combatiendo todo tipo de injusticia.

Pero con el paso del tiempo un extraño cambio dio vuelta la historia.

Algunas grandes gestiones fueron mutando, vendiendo sus lealtades, engañando a quienes los habían elegido para defenderlos, traicionando a sus propias palabras, pensando en su beneficio propio, olvidándose de todo y de todos.

Ya nadie sabía a quien creerle, cual era la mala y cual era la buena gestión.

Y fue así que surgió la otra gestión…la gestión que se pregunta, la que se cuestiona, la que está en contra de nadie y a favor de todos.

ESA GESTIÓN ESTÁ CRECIENDO EN ESTE INSTANTE...

jueves, 26 de diciembre de 2013

Una chica con un tatuaje de Los Ramones



Una chica con un tatuaje de Los Ramones
Por Juan Varela
Varelópolis. Mayo/Noviembre/Diciembre 2013
Corrector: Leandro Tirel

No tenía los ojos brillosos y llenos de furia de la Joan Jett de los años setenta, ni la boca roja y punzante de Brondy Dalle en tiempos de The Distillers. Tampoco la audacia y sensualidad de Deborah Harry en el instante en que Blondie se transformó en un grupo pop. De hecho, tampoco acusaba tener el desparpajo, ni la locura de Nancy Spungen cuando aun salía con un tal Sid Vicious antes de él la matara.
Pero, a pesar de todos sus defectos, era una chica punk. Una chica que parecía haber salido de un cuento de reviente, sexo y rock and roll en el CBGB de New York.
Había algo en su sola presencia que me daba a entender que no era igual a cualquier otra. En otras palabras, creí que era una chica demasiado linda para ser punk, pero demasiado real para no serlo.
La oscuridad del antro donde nos encontrábamos hacia juego con su remera cortada y gastada de los Misftis con la leyenda: “die die my darling”, como si esa expresión de deseo fuera un presagio o una advertencia a todos los que se le acercaban hablar. Y no eran pocos, porque claro, en este antro si había algo que sobraba eran las cosas feas.
Feo sonido, feos baños, fea barra, fea cerveza caliente. La lista era interminable, tanto como los hombres que se le acercaban.
Unas lindas piernas enrolladas en un apretado chupín color azul oscuro, donde sobresalía un cinturón de tachas algo gastadas y unas obvias zapatillas de lona, adornaban a lo más lindo entre tantas cosas feas que pude ver en toda la noche. Más oscuro quizás era su pelo con un prominente flequillo hecho a mano y con un pañuelo tipo bandana que le daba vuelta la cabeza.
Podría aparentar ser una chica punk, pero también podría ser una chica Pin Up como Katy Perry o algún retrato del pintor Alberto Vargas y Chávez. Pero lo que más me cautivo fue un tatuaje de colores oscuros en su omóplato, de espaldas, como si quisiera que todos sepamos que ella es punk por delante y por detrás.
El tatuaje no era otro que el escudo de los Ramones. Aquella obra de arte creada por Arturo Vega, el quinto Ramone, que parodiaba del símbolo de los Estados Unidos con el águila sosteniendo un bate de baseball y una hoja de muérdago con una cinta sujeta del pico del animal con la consigna: “Look out Below” (mirar por debajo).
Allí se podía divisar, alrededor del águila, la primera formación del grupo: Johnny, Joey, Dee Dee y Tommy. Este escudo con el tiempo iría mutando a través del ingreso y partida de algunos integrantes y algún que otro detalle más.
Volviendo a la formación original, aquella grabó los primeros discos y sacó los temas más importantes de toda su historia. Una formación que nunca vino a la Argentina, pero que bien hubiera valido la pena tener sobre la piel. Ella sí sabía lo que tenía tatuado.
La noche seguía su curso y yo veía sorprendido la fila de hombres que pretendían tener algo con ella. Rubios, morochos, altos, bajos. Era como un gran desfile de gente fea queriéndose quedar con la linda del antro. Pero así como llegaban se iban. Ella los rechazaba solamente con una mirada, con un solo gesto, como una verdadera despachante de punks… Die die my darling.
A todos sus pretendientes los identificaba solamente con verles la remera rockera de turno. Los había de Ramones, 2 minutos, The Clash, Flema, Sex Pistols, La Polla, alguna perlita de los Dammet o los Stooges y alguna que otra banda desconocida, pero no importaba su remera, solamente era cuestión de segundos para que los corriera de la vista de inmediato. Quizás ella sabía que era, por lejos, la más linda.
La música sonaba y ella movía la cabeza y los pies como entendiendo lo que estaba escuchando, hasta inclusive modulaba alguna de las canciones. Pero cuando sonaban Los Ramones ella se convertía. Alzaba los brazos, bailaba, se movía y sobre todo lo disfrutaba.
Yo no podía dejar de verla. Realmente me gustaba mucho, pero si me acercara seguramente correría la misma suerte que los demás. A diferencia de mis contrincantes, yo no tenía una remera rockera para chapear, ni cosas rotas, ni cresta, ni aros. Ni siquiera parecía un punk. Podría venderme, pensaba, como el exponente del “punk is dead” y quizás funcionaría… No lo sé.
Todo transcurría de igual manera y luego de un par de tragos encima se me ocurrió una idea con la cual acercarme y poder llevarme el gran premio a casa.
Ella seguía tomando su cerveza y bailando sola como si nadie alrededor le interesara. En un instante saca un cigarrillo y yo me arrimo rápidamente para prendérselo. Me mira con desprecio, como queriendo hacerme notar que lo que acababa de hacer no era un gesto de caballerosidad, si no un acto oportunista para poder acercarme a ella.

- Que lindo tatuaje que tenes. Para mí esa fue la mejor formación de Ramones

La punky me mira raro, como no entendiendo la situación en la cual la acabo de meter. Quizás pensó que teniendo la posibilidad de mirarle el culo o las tetas yo me fuera a fijar en un tatuaje totalmente trillado y reiterativo en el ambiente del Punk Rock.
Sutil pero amistosa, me brinda un gracias y una pequeña oportunidad para ver hasta donde puedo llegar con los cumplidos.

- En serio, fue la mejor formación de Ramones, mirá

En ese momento saco por debajo de mi remera un colgante con una medalla del logo de Ramones exactamente igual al de su tatuaje con el Johnny, Joey, Dee Dee y Tommy pero en versión miniatura de color blanco con letras plateadas.

- Que copado  - Me responde sin darle mayor importancia.

- ¿Cómo te llamás?  - Le retruco.

- Judy.

“Judy” ¿De Judith? ¡No! “Judy” de ¡Judy is a Punk! El tercer track del primer disco de Ramones de 1976 con la primera formación, la misma del tatuaje y de la medalla.
Era una obviedad, pensé. Pero era una obviedad bastante planeada. Se podría hacer llamar Shenna de “Shenna is a punk rocker”. “Ramona” o algo un poco más desentonado como “Caro Ramone”. Pero se llamaba Judy y eso me fascinaba aun más, porque fue la primera canción en autoproclamar a una chica como punk. Aunque en realidad la letra diga que “Jackie is a punk Judy is a runt” (Jackie es la punk y Judy la callejera). Pero a la mierda con eso. Si la canción se llama “Judy is a punk” ¡Ella era la punk!  
La miré sonriendo mientras ella seguía en la suya, yo quería seguir preguntando. Creía que le había entrado en gracia… Pero fue todo lo contrario. No me preguntó ni mi nombre ni me invitó a garchar. Terminó el cigarrillo, lo tiró al piso, me escupió el humo y me dijo:

- Chau…

- ¿Chau? Pero si estamos…

Fue un instante, cuando su bello rostro inerte y carente de emoción se desfiguró con una gran sonrisa al ver a un conocido ¿El novio? No, peor…
La chica punk me apartó del camino y salió corriendo a los brazos de… ¿Otra chica? ¡Si! ¡Otra chica! Se dieron un fuerte abrazo y un beso tan largo, eterno y excitante, como si fuera lo último que harían en sus vidas. Todo eso, ante las miradas atónitas de todos mis contrincantes y la mía también por supuesto. 
A mi chica punk… A mi chica punk le gustaban las mujeres. Ahí mismo lo entendí todo. Entendí a mis rivales, la entendí a ella y entendí su remera… “Muere, muere mi querida…” Nada más romántico.
Aunque la sorpresa del final me dejó un poco más tranquilo, no dejé de sentirme rechazado. Duré menos que un tema de Ramones en vivo. La había perdido. En esos breves segundos fui un nombre más en su lista de hombres de la noche.
Solamente me quedó contemplar por última vez su tatuaje de 73 estrellas, 12 flechas, 1 águila, 38 plumas y 21 letras. Además de esa incorrección, esa falta de interés por el resto y haciendo solamente lo que le importara sin pensar en los demás… Sinceramente era una chica muy punk… Hey ho let´s go

Dedicado a la memoria de Arturo Vega (1948 – 2013)



No hay comentarios:

Publicar un comentario