Desde el inicio del tiempo existió la buena y la mala gestión.

En el principio fue el reinado de las grandes gestiones, cuyas hazañas quedaron para siempre en la memoria colectiva defendiendo a los indefensos, a los sin voz, a los necesitados de siempre combatiendo todo tipo de injusticia.

Pero con el paso del tiempo un extraño cambio dio vuelta la historia.

Algunas grandes gestiones fueron mutando, vendiendo sus lealtades, engañando a quienes los habían elegido para defenderlos, traicionando a sus propias palabras, pensando en su beneficio propio, olvidándose de todo y de todos.

Ya nadie sabía a quien creerle, cual era la mala y cual era la buena gestión.

Y fue así que surgió la otra gestión…la gestión que se pregunta, la que se cuestiona, la que está en contra de nadie y a favor de todos.

ESA GESTIÓN ESTÁ CRECIENDO EN ESTE INSTANTE...

lunes, 23 de mayo de 2011

DECISIÓN



“Las decisiones más dolorosas son las más acertadas” fue lo primero que pensé aquella mañana otoñal en donde mientras me arrastraba al baño, mis ojos colgaban como dos novatos equilibristas sobre mis mejillas, mi boca estaba podrida, pastosa y sin saliva y un fuerte dolor de alma viajaba por todo mi cuerpo en forma de montaña rusa. Sin embargo fue lo único que puede sacar en claro, la única frase que se repetía por cada teoría que intentaba construir sobre el asunto.
A la vez recordé mirándome atónito frente al espejo otra viaja frase conocida que rezaba: “El sujeto se convierte en hombre cuando toma decisiones”. Supuse entonces que dolorosamente me había convertido en un hombre. Pero no me sentía más hombre de lo que era cuando tome aquella decisión. Sinceramente me sentí más chico, más diminuto, casi ínfimo.
A pesar del agua sobre mi incendiada cara me seguía arrastrando. Me seguía doliendo y mucho, todo mi yo estaba convertido en un horrible dolor de alma. Mi único deseo era quedarme en la cama mirando el techo o el costado, daba igual, quería quedarme en un estado de momificación pero sin estar muerto, solamente en estado de pensamiento constante.
Aunque no había mucho sentido en mi deseo, tampoco había alguien que me lo pudiera cumplir, entonces tuve que generar mi propia resurrección en menos de media hora para no llegar tarde al laburo.
Tomar decisiones no era lo mío, nisiquiera sabía como se escribía correctamente. Siempre ante la duda era las dos veces C o S. Daba igual, no me importaba realmente.
Era un descanso pensar que otro podía tomarlas por mí, como regalarle un cheque en blanco a cualquier persona mientras no me toque poner la cifra. Mientras no me toque a mí decidir. Pero tampoco no era menos hombre que antes.
¿Fue la más acertada o la única que me quedaba? Me cayó por la cabeza mientras viajaba en el subte. Ni idea, creo que fue lo que sentí en ese momento, lo que quizás me indujo al dolor de alma, fue decir o decidirme sobre lo que realmente importaba, lo que cargaba en la espalda desde hace varios meses, lo que pude demostrarle en ese momento.
A la tarde me dijeron: “El tiempo te dará la razón”. Brillante, ya me sentía mucho mejor conmigo mismo ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Me hubiera ahorrado todas las teorías inconclusas de toda la noche anterior y parte de esta mañana. Pero que pelotudo, ¿Quién carajo te pensas que sos? ¿Un especie de Dios que baja de los cielos a este inmundo planeta para decirme que está todo bien y que el tiempo me dará la razón? Si yo nunca busqué tener razón, lo que busco es un por qué. Y dejame decirte que buscar tener un por qué es más complejo que buscar tener la razón. Además no era “una” si no “la” razón. Como si la razón fuera la única verdad cuando “la verdad” es relativa. Todo es relativo, lo único que es absoluto es el poder de la razón de cada uno.
Sabía que me tenía que haber quedado en casa, venir a trabajar era una perdida de tiempo.
Entonces volví por donde vine pero sin proponerme quedarme colgado en algo en la calle, simplemente caminarla, descubrirla y también descubrirme. Sentía que ya eran suficientes preguntas por hoy. Ya no me arrastraba tanto como antes pero el dolor de alma seguía igual.
Sentí que solo era cuestión de esperar y hacer un pequeño funeral de los recuerdos. Pero nunca me propuse esperar demasiado, no quería terminar creyendo que solo era una cuestión de tiempo, si no de asimilación.
La asimilación de tomar una decisión dolorosa puede llevarme cinco etapas o esquivas sensaciones como el enojo, la tristeza, la negación, la depresión y finalmente la aceptación. Me encontraba sin dudas en la tristeza casi llegando a la negación.
Creo que llegué a mi casa con la negación. Me tiré en la cama y no supe más que hacer, no lo quería entender ¿Por qué? Porque es horrible sentirse así, tan vacío, tan absurdo, tan inconstante. Minutos después había entrado en la depresión y me largué a llorar.
En un abrir y cerrar de ojos el día trajo a la noche sobre mi ventana. Prendí una luz y caminé, ya sin arrastrarme, hacia la cocina, tome un vaso de agua y fui hasta el living. Necesitaba salir de mí por un instante, necesitaba sacarme el dolor del alma pero desgraciadamente, para mí, seguía allí.
Aquellos ojos que antes me miraban con amor desde aquella noche anterior y para siempre me mirarían con miedo. Como tratándome de decir que no lo hiciera, sin embargo lo hice y fue la decisión más dolorosa que tuve que tomar y por ende fue la más acertada. Supongo que me habría convertido en un hombre y que el tiempo quizás me daría la razón.
Terminé de limpiar su frágil cuerpo, herido, lleno de sangre, acomodé sus delicados brazos sobre su regazo, cerré sus ojos, acaricié su fría y marchita piel y me senté a su lado. Prendí un cigarrillo y le conté muy entusiasmado alguna historia del pasado. Esas que siempre odiaba que le contara.
En un instante el dolor de alma había desaparecido por completo. Había llegado a la aceptación.
Sin perder la sonrisa.

Fin.

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